tick tack

diciembre 17, 2008

Siempre echándole la culpa a las máquinas. “Tuvimos un problema técnico y blablabla…”. Siempre librándote de la responsabilidad, pasándole la carga a aquellos que no podrán decir que no. “No llegué a tiempo porque el despertador no sonó, el metro se retrasó y no encontraba aparcamiento…”

El tiempo pasa, tick tack tick tack, sabes que no te esperará, pero sigues viviendo entre un mar de coartadas sacadas de la manga, como un niño pequeño excusándose ante su madre, pero ¿realmente no te das cuenta de que tú eres la máquina?

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diciembre 9, 2008

Alguien a quien nunca me cansaré de decir «gracias» por existir.

Gracias por brindar calidez y cariño.

Y gracias, sobre todo, por compartir ese pedacito de ti conmigo.

(Si, yo tambien he sido víctima de la fiebre «Crepúsculo»… pero lo mio viene de mucho antes…)

una odisea literaria

diciembre 3, 2008

Hace algunos días encontré escondido entre los libros de mi estantería un tomo muy especial. No pude evitar sonreír y recordar con brillo en los ojos el momento en el que lo conseguí.Era mi primera navidad en España, en Madrid hacía un frío tremendo que para mi no era frío, y creo que aun no había asimilado donde me encontraba.

El libro del que estoy hablando es el nº 100 de la colección Espasa Juvenil, dedicado a cuentos muy cortos. Recibí el regalo de parte de Liz Lobato, alguien a quien no conocía demasiado, pero a la que admiraba. Me fascinaba lo cercana que se mostró hacia mi, junto a toda su familia, sin apenas conocerme.

Era mi primer libro en español, el primero. Podría releerlo mil veces… pero no tengo intención de hacerlo. Perdería parte de esa «magia» que un día me ofreció.

«Por primera vez, desde que la guardara en su escondite secreto, abrió la caja de música y escuchó aquel vals que, durante setenta y tres años, sólo había oído en su memoria.

Las lágrimas corrían, mansas, por sus mejillas; abrían surcos en el polvo que cubría su rostro y empapaban el pañuelo que protegía su respiración. Cuando cesó la música, volvió a dar cuerda a la caja.

Una vez… y otra… y otra…

Hasta que la caja resbaló de sus manos y rodó hasta el muro de cascotes. Entonces, creyó oír la música de la caja que sonaba una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez… Igual que creía oírla cuando entraba en la sala de estar. Aquella música que sonaba una vez y otra y otra… sin que nadie diera cuerda a la caja.

Agotada por el cansancio y las emociones, sus ojos comenzaron a cerrarse.

Ida descansaba arropada por aquella música, intermitente, que durante setenta y tres años sólo había sonado en su cabeza.

¿Sólo había sonado en su cabeza?«

Fragmento de «A ritmo de vals» de Fernando Alonso

«¡Va de cuentos!»

Espasa Juvenil, 1999